2/12/10

Y que crezca el cucumelo

Ando ganas de que llueva.

Hace varios años que no me pasa. Últimamente la lluvia me parecía molesta, no como antes, que abría mis postigos de par en par para sentir el olorcito y ruido a lluvia.

Hoy sí quiero que llueva.

Cada vez que cae agua del cielo, la gente cambia, hace cosas que cualquier otro día serían ridículas. Me gusta. Es como un corso de paraguas, botas de colores feuchos, impermeables de los comunes y de los lindos, bolsas en las mochilas, trapitos de piso en las entradas de las casas. El día que llueve, la ciudad entera se levanta decidida a disfrazarse sin acuerdo previo.

Me gusta porque refresca, y levanta un viento de esos que en verano, nos dan el placer de querer ponernos un saquito. Y unas ganas de respirar profundo, inflando bien el pecho, y después largar todo el aire contenido de un sopetón.

La lluvia es linda porque nos da la ilusión de que escampe, y que en ese momento, algo fundamental vaya a cambiar.

Ese día las viejas se quedan en la cueva, y no salen a joder al mundo con sus recetas cargadas de anacronismo.

Hoy quiero que llueva, porque el sólo hecho de imaginarlo me puso romántica, y casi casi te diría que me dio un poco de fe en el amor y esas cosas, que tienen todo y nada que ver con la lluvia.

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