Lo que pasó el otro día en Pergamino no puede ser. Y no me refiero a los abuelos que se fifaban bebés (WTF?? Qué mierda pasa en Pergamino?). Me refiero a algo menos repugnante, pero no por eso menos grave.
UNA MAMÁ LE ROMPIÓ LA CARA AL DIRECTOR DE UNA ESCUELA. CON UN CAÑO DE GAS.
Así, cortito y al pie.
(quémierdatepasaporlacabezalaconchadetumadrecómoseteocurreadelantedetuhijonopodés)
Ufff, bajo un cambio. De hecho, bajemos todos un cambio. No digo que el tipo sea fenomenal, que se haya casado virgen y que pase su tiempo libre dándole de comer a niñitos huérfanos. No, todos tenemos nuestras miserias y él no debe ser la excepción. Incluso no sé si no da qué pensar su modelo de gestión, pero ese es otro tema.
Tampoco me voy a poner a decir que las escuelas son el Nirvana en la tierra, que los muros escolares las alejan de una realidad de mierda, o que dentro de ellas todo es un lecho de rosas. No, claro que no.
PERO AL MAESTRO NO SE LE PEGA.
Punto.
A ver, esto es una regla de juego. Sí, es una ley, lo indica la moral, la ética, las buenas costumbres. Todo lo que quieras. Pero es fundamentalmente una regla de juego. Es uno de los principios sin los cuales el sistema educativo no puede funcionar (y eso que ya no funciona!). Si no podemos respetar algo tan básico como la integridad física de los educadores, ¿por qué nos molestamos en llevar a los pibes al colegio? ¿De qué sirve?
Acá hay algo muy turbio que está pasando hace mucho tiempo, y que, por supuesto, no empieza ni termina en la escuela. Este caso es uno más de la violencia desmedida e innecesaria que se ha vuelto el pan nuestro de cada día. Aun así, creo que es importante que todos nos llamemos a la reflexión, que bajemos un toque, que frenemos la boludez y hablemos en serio. Lo que tenemos en juego son las próximas generaciones, que si están para el orto es por culpa de quienes se han encargado de enseñarles la ley de la selva, de vapulearle sus derechos y de ningunear su cultura generacional. Pero ese también es otro tema.
Tenemos que tratar de entender que la educación de un pibe es una responsabilidad compartida entre la familia y el Estado y que, por lo tanto, es necesario hacer un contrato entre ambos. Sí, vos estarás pensando que el contrato no existe, y que si existe, pues ninguna de las dos partes están dispuestas a respetarlo. Bueno, puede ser. El problemita es que quienes tienen el deber de mediar entre un Estado que hace política educativa desde una oficina con aire acondicionado y las familias en una situación de vulnerabilidad social cada vez más grave, sabés quiénes son?
LOS MAESTROS.
Yo propongo, entonces, que dejemos de romper las pelotas porque sí y tratemos de construir un poco este proyecto que es comunitario, que en mayor o menor medida nos afecta y beneficia a todos. No dejemos de criticar, pero hagámoslo desde el respeto, no dejemos de participar, pero confiemos en quienes se prepararon para educar. Y sobre todo, dejemos de usar a los pibes como rehenes de nuestra propia incompetencia e imbecilidad. Yo me resisto a creer que el hijo de esta pelotuda sea uno más que no vale la pena. Pero más de uno debe pensarlo, especialmente luego de verlo amenazar a su director con un cuchillo. Yo no, y somos muchos los que dejamos nuestra energía en seguir apostando por estos pibes. ¿Y sabés qué reconocimiento social tenemos? Jajajajaja, reconocimiento social. Cláh.
Nada más. Dejo abierto el debate que me encantaría que surgiera. Si vos estás leyendo y tenés una opinión, compartila, por más que jamás hayas leído este blog. Copate.
Y a la señora esta de Pergamino, con todo respeto, VÁYASE BIEN A LA RE PUTÍSIMA MADRE QUE LA RE MIL RE PARIÓ, sí? Gracias.