8/12/11

Reflexiones de estudiante

Dice una frase en feisbuc "Creía en los finales felices hasta que empecé la facultad y conocí lo que es un final".

Hay que ser muy hijo de puta para tomar final. Más, si tu materia te da a elegir entre promoción y final obligatorio. Elegir final es de garca y de boludo.
Es de garca porque todos sabemos que lo hacés sólo por el placer sádico de tener a tus estudiantes leyendo apuntes en lugar de estar haciendo cosas veraniegas como dieta, sexo, depilación, mate en el parque, cerveza en cualquier parte, y fundamentalmente, huevo.
Es de boludo porque creer que vamos a aprender en un día (con suerte) lo que no aprendimos en un cuatrimestre, equivale a esperar que después de una extracción de muelas te llegue el ratón Pérez, o peor, sería equivalente a esperar una medida progresista (o aunque sea lógica) de parte de nuestro actual Jefe de Gobierno.

Hasta acá todos estamos de acuerdo. Y si no están de acuerdo es porque son profesores que optan por final obligatorio (ergo: garco-boludos), insufribles tragas (ergo: garco-boludos) o simplemente no son estudiantes. Voy a omitir la opción de que son estudiantes secundarios porque me horrorizaría saber que un inocente adolescente lee este blog.

Volviendo...los finales apestan. Por inoportunos e inútiles. Por anti pedagógicos e hinchapelotas. Pero por sobre todas las cosas, por reduccionistas.

Veamos: si todo debiera ser juzgado por el final que tiene, muchas de las cosas maravillosas de la vida tendrían una nota rotundamente negativa. Al día siguiente de un salvaje encuentro sexual, no te podés sentar, descubrís moretones inexplicables, sentís resentidos músculos de tu cuerpo que no sabías que tenías, y si no llegaste a ducharte...olés. Juzgando a partir del final, podemos decir que fue una experiencia descartable, cierto? Pues bien, quienes hayan tenido el placer de vivirla seguramente estarán en desacuerdo.
Las resacas son terribles, pero un pedo bien llevado puede ser divertidísimo.
Los kilos de más y el flagelo de la dieta no logran opacar ese chocolate que te regalaron.
La ropa rota y la zapatilla perdida en algún sitio no se comparan con el pogo furioso del que fuiste parte.

Si evaluáramos todo por el final, no valdría la pena cocinar rico porque en definitiva tanto esfuerzo será desmenuzado en moléculas por los ácidos del cuerpo. No valdría la pena ver el 90% de las películas que vemos. A nadie se le ocurriría ser docente si juzgara el sueldo restante a fin de mes. Y ciertamente, nadie en su sano juicio se enamoraría (ni hablemos de casarse...). En fin, lo interesante de la película es la trama y no el puto final feliz. N

Así que, colegas, no seamos tan pelotudos y entendamos que si la vida entera se trata de procesos y no de finales felices, cómo va a ser menos la educación. Cómo no vamos a sentirnos nosotros tan estafados y tan subestimados cuando nos piden nuevamente que demostremos que sabemos.

Una lástima, porque durante la cursada los quisimos. Pero ahora, en el final, la bardearon feo. Y saben qué? Ahora nosotros también juzgamos por el final. Tomen putos.





5 comentarios:

  1. Primero muchas GRACIAS por comentar en mi Blog =)

    Segundo coincido totalmente con lo de los finales. De hecho me acabo de recibir con un final el lunes y lo padecí.

    Tercero es como decís: "En fin, lo interesante de la película es la trama y no el puto final feliz." El final esta sobrevaluado. Una lástima.

    Bello Blog niña.

    Besote grande
    Nina

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  2. Cita el Citador:

    Una estrella robada, una princesa y un ladrón bailarino decoran las dunas que recorrieron a camello durante décadas, el tiempo que necesitó este relato para llegar hasta mis labios para convertirse en único y real, puesto que, hurgando entre mis reliquias encontré (ni más ni menos que) un final feliz envuelto en seda de Arabia, el cual sirvió como broche para terminar mi trabajo como recitador.

    Será toda suya, si lo desea, puesto que a cambio no pido mucho.

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  3. ¿Y para qué vas a la facultad si no te gusta estudiar? :'(

    Dios me libre.

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  4. Hola Leandro. Primero, voy a un profesorado, no a una facultad. Segundo, no recuerdo haber dicho que no quiero estudiar. Tercero, gracias a mi formación pedagógica puedo aseverar que estudiar y aprender no son lo mismo, por eso desdeño la lógica reduccionista del final.

    No creo que Dios te vaya a liberar, porque sospecho que no existe. Te propongo que vos solo te liberes.

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